martes, 9 de junio de 2009

LA FRUSTRACION

«Vanidad de vanidades, todo es vanidad...He aquí todo era vanidad y aflicción de espíritu,y sin provecho debajo del sol»(Ec. 1:2, Ec. 2:11)

«Un mundo loco, lleno de gente loca,está dando un salto mortal en el cielo,y cada vez que empieza un salto,ha pasado otro día.»(poema anónimo)










Cada vez más personas en nuestra sociedad se identifican con este poema y con las palabras iniciales del Eclesiastés: viven con una sensación de absurdidad, de estar en un viaje a ninguna parte, de que la vida no tiene sentido. Pero, ¿es realmente un sentimiento moderno? El libro del Eclesiastés, escrito hace más de tres mil años, ya nos hace un retrato descarnado de este «síndrome» de frustración vital repitiendo como un estribillo la frase «vanidad de vanidades, todo es vanidad». El vacío y la absurdidad de una vida sin Dios han sido compañeros inseparables del ser humano desde siempre.

La palabra frustración viene de un término latino -frustra- que significa en vano, sin sentido, inútil. Es significativo observar cómo en nuestra generación esta palabra ha llegado a convertirse en una expresión popular, sobre todo entre los adolescentes: «¡qué frustre!» exclaman ante una contrariedad. La mayoría probablemente no es consciente de la profundidad de lo que están diciendo, pero es un reflejo muy significativo del vacío existencial de muchos de ellos. Sin saberlo, están expresando toda una filosofía de vida

Caminos sin salida: la frustración en la vida diaria

¿Qué es, en realidad, vivir frustrado? Podemos encontrar expresiones visibles de la frustración casi en cualquier área de la vida, pero vamos a dejar que la palabra de Dios misma nos lo muestre.

El autor del Eclesiastés hace una descripción detallada de su frustración al contemplar la vida tal cual es. Podríamos decir que se enfrenta cara a cara con la vida, ejercicio muy poco habitual hoy en una sociedad que nos está distrayendo constantemente con válvulas de escape que nos ayudan a olvidar y mitigan los sinsabores diarios. Acompañemos al Predicador en su reflexión existencial. Repasa una a una las diversas ilusiones y metas a las que se había entregado durante años empezando por el trabajo: «¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?» (Ec. 1:3). «Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho bajo el sol, el cual, al fin y al cabo tendré que dejar a otro que vendrá después de mí; y quién sabe si será capaz o incapaz, sabio o necio el que se aprovechará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría. Esto también es vanidad.» (Ec. 2:8). ¿No es éste el mismo sentimiento de muchas personas al llegar a la jubilación o en la crisis de la media vida a los cuarenta-cincuenta años? Uno se pregunta: ¿ha valido la pena tanto sacrificio, tanto esfuerzo? ¿Para qué? El actor Marlon Brando, poco después de entrar en un proceso de enfermedad grave afirmó: «Te acercas al final de la vida, ha pasado todo muy rápido y cuando llegan los últimos días dices ¿qué demonios ha sido esto?».

Esta desazón no aparece sólo al considerar la vida laboral. La misma experiencia relata el Predicador cuando se entrega al estudio: «Dediqué mi corazón a conocer la sabiduría y a entender los desvaríos. Conocí que aun esto era aflicción de espíritu, porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia y quien añade ciencia añade dolor» (Ec. 1:17-18). El vivir sólo para estudiar, para la ciencia, también le deja al Predicador un sentimiento de vacío. Goethe, un hombre con una inteligencia privilegiada y dedicado por completo a las letras, el día que cumplió 75 años confesó: «En mi vida todo ha sido fatiga y dolor, puedo decir que en 75 años no he disfrutado ni cuatro semanas de verdadera satisfacción

Tampoco la prosperidad económica, las riquezas, llenaron al autor del Eclesiastés. «Dije yo en mi corazón: ven ahora, te probaré con alegría y gozarás de bienes, mas he aquí esto era también vanidad» (Ec. 2:1). «Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas, me hice huertos y jardines y planté en ellos árboles de todo fruto; me hice estanques de agua, para regar de ellos el bosque en el que crecían los árboles; compré siervos y siervas y tuve siervos nacidos en casa; tuve posesión grande de vacas y ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias... Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalen.» (Ec. 2:4-9). Pero he aquí su conclusión en crudas palabras: «Miré yo después todas las obras que habían hecho mis manos y el trabajo que tomé para hacerlas, y he aquí todo era vanidad (frustración) y aflicción de espíritu y sin provecho debajo del sol» (Ec. 2:11). Los bienes materiales no pueden dar un sentido a la existencia. ¿Es casualidad que algunos de los hombres más ricos y célebres hayan acabado sus días quitándose la vida? Este fue el caso de George Eastman, inventor de cámaras fotográficas y fundador de la famosa compañía Kodak. Considerado uno de los filántropos más generosos de América, donó la mitad de su fortuna para obras de caridad. Pero nada parecía llenar su vida hasta que, ya anciano, a los 78 años se suicidó.

El Predicador buscó también la respuesta a su inquietud en los placeres. «No negué a mis ojos ninguna cosa que no desearan ni aparté mi corazón de placer alguno» (Ec. 2:10). Observemos, sin embargo, de nuevo la conclusión: «A la risa dije: enloqueces, y al placer, ¿de qué sirve esto?» (Ec. 2:2). La satisfacción de todos los deseos y necesidades, el carpe diem (vive el día) de los antiguos latinos acaba también produciendo un sentimiento de tedio. Los ejemplos en nuestra sociedad -hedonista en grado máximo- son innumerables. El mundo más vacío es el de la persona que vive sólo para divertirse.

Todos estos caminos -el trabajo, el estudio (el mundo académico), los bienes materiales, los placeres- son buenos en sí mismos. La Palabra de Dios no los condena. Cometeríamos un grave error si los presentáramos como algo negativo. Son facetas propias de la vida humana creadas por Dios para nuestro bien y disfrute. El problema surge cuando dejan de ser medios, instrumentos, y se convierten en un fin en sí mismas. Lo que frustra no es trabajar, sino vivir para trabajar; lo negativo no es entregarse a la ciencia, sino buscar en ella el sentido de tu vida; el vacío desesperante de las riquezas aparece cuando uno busca llenar con ellas el tedio vital. Cuando consideramos estos medios como la razón de ser de nuestra vida, entonces se convierten en agua que no sacia, en aspirina que no calma el dolor más que por un poco de tiempo. Ello es así porque no llegan a la raíz del problema tal como nos muestra el autor del Eclesiastés al final de su libro

Así pues, la frustración es un sentimiento de vacío, de absurdidad que se expresa en apatía, desmotivación, un estar de vuelta de todo. Tristemente muchos jóvenes hoy sufren este «síndrome del Eclesiastés»: están de vuelta de todo sin haber siquiera empezado el camino; son viejos con veinte años. Les falta lo opuesto a la frustración: la ilusión y la esperanzaAsí pues, la frustración es un sentimiento de vacío, de absurdidad que se expresa en apatía, desmotivación, un estar de vuelta de todo. Tristemente muchos jóvenes hoy sufren este «síndrome del Eclesiastés»: están de vuelta de todo sin haber siquiera empezado el camino; son viejos con veinte años. Les falta lo opuesto a la frustración: la ilusión y la esperanza.


NOTA: El presente artículo es la transcripción adaptada de una predicación del Dr. Pablo Martínez en la iglesia en calle Verdi de Barcelona y fue editado por primera vez por Publicaciones Andamio (la sección editorial de los Grupos Bíblicos Unidos de España).

En fin, esto explica a grandes razgos lo que es la frustracion y concuerdo con la mayor parte de este texto, solo me gustaría agregar algo que aprendí recientemente y es que cuando nos sentimos frustrados no debemos caer en la tentacion de seguir empachando ese sentimiento, por que aunque suene contradictorio, el sentirte frustrado, desilucionado, cansado se puede convertir en una forma de confort y quedarnos con ese sentimiento tratando así de hacer un tipo de protesta o reclamo silencioso, en contra de Dios, la vida o nosotros mismos. Como si Dios por el hecho de vernos en ese estado, fuera a revertir o a cambiar las circunstancias que estemos enfrentando solo por lastima o por que en tu perspectiva no merezcas pasar por eso. Pero no, ahora creo que Dios actúa la mayor parte de las veces como menos lo esperamos, entre mas cansado frustrado y harto estés, mas se fija en la actitud de tu corazón, en tus palabras, en lo que declaras y en como reaccionas y enfrentas tu situacion, además no es tan difícil si recordamos este versículo y le damos una interpretación practica para nuestra vida:
Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás;sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. JUAN 4 :10,14

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré Mateo 11:28

"El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas" (Is 40:29

Claramente veo que ir a beber del Señor Jesucristo es Pasar tiempo en su presencia, un tiempo devocional con El, y verdaderamente se por que he experimentado el salir de ese tiempo de lectura y oración con nuevas fuerzas, animado , simplemente mejor de como estaba. Y esa es la gran bendición que tenemos , que podemos recurrir a El en oración y comunión y no es un poema ni es un utopía sino que realmente te renuevas y eso es mas real que cualquier pastilla o terapia sicológica o libro motivacional.

En la medida que tengamos mas comunión con Dios y leamos mas su Palabra, mas fuertes, objetivos, agradecidos, y alegres seremos.

No digo felices, por que personalmente creo que esa palabra tiene un significado emocional y circunstancial mas que permanente, es mas ni siquiera es mencionada en la Biblia., pero bueno esa es otra historia.

En resumen, es muy importante no dar lugar a sentimientos de frustracion y amargura, puesto que precisamente esos sentimientos nos hacen MAGNIFICAR lo negativo de las cosas. y esperando tu que con tu berrinche emocional vas a llamar la atencion de Dios o de tu familia o de tu jefe, pues todo lo contrario, lo unico que estas haciendo es empezar un viaje a un camino del cual es muy dificil volver. y si estas cansado pues ora y ora y ora y ora y ora y ora y sigue orando y nunca pero nunca vas a conocer a alguien que buscando de Dios no sea emocionalmente restaurado, recuperado, animado, ilusionado, con nuevas fuerzas, o como lo quieras llamar.

Todo eso dando por entendido que la persona que esta buscando de Dios, juntamente esta tratando de vivir (en todos los sentidos) de una forma que agrade a Dios, siendo congruentes con lo que creemos y como estamos viviendo.

En la película Gladiador, el General Máximo Décimo Meridio busca estimular a su caballería para que luche bien en la inminente batalla contra Germania. Dirigiéndose a sus tropas, las desafía a dar lo mejor de sí. Hace esta profunda declaración: «Lo que hacemos en la vida resuena en la eternidad».

Estas palabras provenientes de un líder militar de la ficción transmiten un poderoso concepto de particular importancia para los creyentes en Cristo. No estamos simplemente tomando tiempo y espacio sobre una roca que está flotando en el universo. Estamos aquí con la oportunidad de que nuestras vidas marquen una diferencia en la eternidad.

Jesús mismo dijo, «acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban». (Mt. 6:20). Tener la perspectiva de vivir para la eternidad puede significar toda la diferencia en este mundo.

¿Cómo podemos aprender a fijar nuestras mentes «en las cosas de arriba»? (Col. 3:2). Una buena manera de comenzar a hacerlo es descubrir lo que tiene más valor para nuestro Dios eterno. A través de las páginas de la Biblia, Él nos recuerda que valora a las personas por encima de las posesiones y a nuestro carácter por encima de nuestro desempeño. Esas son las verdades que perduran para siempre. Aceptarlas puede traer una perspectiva eterna a nuestro diario vivir.

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