jueves, 28 de mayo de 2009

La Iglesia y El Mundo

La Iglesia y El Mundo "Juan 17:14-18"

"Veinte siglos despues de la crucifixión, aun la iglesia no ha entendido el rol que tiene frente al mundo, y por lo tanto no ha podido mantener un balance en muchas de sus posiciones y prácticas doctrinales. En el Siglo IV, por ejemplo, se inicia el movimiento monástico, y sus seguidores se retiran de la sociedad haciendo votos de pobreza y enfatizando la vida de oración y contemplación en pos de encontrar la santidad.

Sin embargo, en ningún momento Jesus dejó ese modelo para nosotros cuando vivió en el mundo y esta practica monastica refleja un pobre entendimiento Juan 17:18 y Mateo 5:13-14. Es obvio que las palabras de Cristo instaban a sus discípulos a llevar nuestra función en medio del mundo. Por otra parte, en otros momentos de la historia la Iglesia no ha sabido ser ni sal ni luz y se ha adaptado a las corrientes de pensamiento que predominan en el momento perdiendo poder en el proceso.

Por la gracia de Dios, en las múltiples ocasiones en que esto a ocurrido surgen movimientos en contra de estas prácticas de parte de voces que Dios ha levantado para reafirmar, muchas veces con éxito, los fundamentos de la fe. Lamentablemente hoy en día se han copiado muchos de los patrones que han probado ser exitosos en medios seculares y se han llevado a la iglesia, olvidando que la Iglesia está llamada a “estar fuera”.

Esta ha sido una práctica pecaminosa que ignora la intención de Cristo cuando oraba “no te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno” (v.15). Aunque paradójico, Cristo manda a sus seguidores a salir del mundo pero al mismo tiempo permancer en él.Y es que cuando la Palabra de Dios pasa a un segundo plano muchas cosas pasan a verse con la perspectiva del mundo.

Cuando se pone la psicología sobre la consejería bíblica, por ejemplo, las ovejas se empiezan a sanar bajo el patrón del mundo y el creyente y la iglesia se vuelve relativista; los pastores pierden confianza en la palabra y sicologizan los mensajes. Se pierde de vista el hecho de que cuando se predica correctamente la Palabra, y esta es bien entendida y vivida correctamente, se producen iglesias sanas. En cambio cuando los mensajes pierden la profundidad de Dios y adquieren la superficialidad del hombre no desafían al hombre, no llenan sus vacíos, ni destruyen las fortalezas pecaminosas que este ha levantado. James Montgomery Boyce, un hombre de Dios, habla de la necesidad de que la iglesia de hoy debe redescubrir a Dios, conocerlo, y tener comunión con Él.Por otra parte, la Iglesia ha enfatizado las experiencias en el creyente por encima de la revelación.

Cuando las emociones le quitan tiempo a la adoración y a la predicación se pierde un gran terreno. Mientras Pablo insiste en la renovación de la mente para que el mundo no nos cambie, muchos creyentes de hoy deciden que es mas importante sentir que pensar; todo esto acompañado de una adoración musical superficial e irreverente, una confusión entre el legalismo y la ortodoxia, todo ello produciendo una apariencia de piedad sin el fundamento de la Palabra.Cuando las iglesias pierden miembros o visitantes, recurren a métodos de mercadeo en lugar de someterse a la dirección de la Palabra de Dios, buscando frutos económicos y propagando un evangelio sobre “prosperidad”; dando como resultado la proclamación mas vulgar del evangelio de Cristo que se haya visto jamás.

Hemos vuelto a la venta de indulgencias, esta vez en el mundo Evangélico, vendiendo salvación por dinero.

En los últimos tiempos se le ha dado también mas importancia a la formación académica que al carácter de las personas; a complacer los gustos de hoy cambiando el mensaje puro de Cristo con conceptos que atraigan la generación de hoy.

Se nos ha olvidado que este mensaje es relevante por definición y no necesita “modernismo”, ni adaptarse a lo mundano o a la tecnologia, sino al revés. El populismo, lo corriente y comun en los servicios de hoy ponen de manifiesto como la iglesia no ha sabido diferenciar lo que merece honor y gloria de lo ordinario.

La iglesia de hoy es culpable de convertir: lo sublime en ridículo; lo especial en vulgar; lo grandioso en insignificante; lo excepcional en habitual; lo insuperable en comparable; lo celestial en terrenal; lo infinito en temporal; lo honorable en algo abominable; lo notable en algo que pasa desapercibido y lo divino en humano.

De ahí que la gente del mundo se sienta a gusto con la iglesia de hoy y que muchos cristianos manifiesten las mismas actitudes pecaminosas que los no creyentes. El llamado de la hora es sacar el mundo de la iglesia. Es necesario que la iglesia recobre nuevamente el entendimiento de lo que significa estar en el mundo sin ser del mundo.

Es necesario que la Iglesia continúe siendo sal y luz y haciendo la diferencia. Si la iglesia de hoy quiere retomar el camino correcto deberá volver a enfatizar la Palabra nuevamente y buscar llenarse de Su Espíritu.

John Piper ha resumido esto perfectamente: Estamos tan esclavizados a los placeres de este mundo que aun en medio de nuestras conversaciones sobre la Gloria de Dios, amamos la televisión, la comida, el dormir, el sexo, el dinero y el elogio de los hombres al igual que el resto del mundo.

Si es así, arrepintámonos y fijemos nuestros rostros hacia la Palabra de Dios en oración: Oh Dios, abre nuestros ojos para ver la escena soberana de que “en tu presencia hay plenitud de gozo y a tu diestra deleites para siempre!” (Salmo 16:11).

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